jueves, 24 de octubre de 2013

Una decisión crucial

Tomar decisiones no es fácil. Menos para una persona que quiere ser cristiana pero no encuentra a que iglesia asistir. Esto me hace recordar a personas que me han preguntado que si en todas las religiones que existen puede haber una verdadera. Como ya sabemos todas reclaman tener la verdad. Muchas veces la gente hace esta clase pregunta para tomar su decisión.

Estuve leyendo algunos artículos y me encontré con uno en el cual su autor dice que en el mundo existe una tremenda confusión con las denominaciones religiosas. Que los protestantes están divididos en más de 200 denominaciones principales. Y muchas de estas organizaciones o iglesias están subdivididas en munchos grupos más. Menciona que un obispo anglicano dijo una vez que el mundo cristiano dividido es una fuente de debilidad en occidente. En países no cristianos es... una piedra de tropiezo, refiriéndose a la confusión que enfrentan nuevos creyentes en tierras hindúes, budistas o musulmanas quienes cuando deciden seguir a Cristo, deben escoger entre cientos de denominaciones compitiendo por su alianza (http://www.escritoesta.org)

Vivimos en un mundo donde la religión se ha proliferado. Sé que las estadísticas son variables (de acuerdo a la ONU hay 7,000 millones de habitantes) no obstante, quiero presentar el siguiente ejemplo, aunque sabemos que esta estadística como tal haya aumentado o disminuido de acuerdo con la población existente, “de los 6,212 millones de habitantes que tiene aproximadamente la tierra 1,200 millones son islámicos, 1,071 millones son católicos, otros 1,000 millones de diferentes denominaciones cristianas; 750 millones de hinduistas, 300 millones de budistas, 100 millones de animistas, 15 millones de judíos, entre otros” (http://www.aciprensa.com).

Como dije anteriormente, he escuchado a personas decir que la proliferación de la religión tiende a confundir a la gente. Algunos comentan que cuando las personas deciden seguir a Jesús se ven obligadas a escoger entre miles de iglesias que dicen tener la verdad. Cuando eligen una religión se decepcionan y la abandonan porque no era lo que esperaban. Es lamentable decir que una persona que acepta a Cristo como su salvador tenga que pasar por momentos de estrés para elegir una iglesia. ¿Por qué existen tantas religiones? ¿Por qué todas reclaman tener la verdad?

Podrá haber miles de religiones y miles de iglesias pero la Biblia presenta desde el Génesis hasta el Apocalipsis un solo evangelio, un solo camino, una sola verdad (Jn. 14:6). Esa verdad no fue dada a una sola persona, pueblo o nación. Dios escogió a diferentes personas en el pasado para proclamar el mensaje de salvación que conducirá a su pueblo a la vida eterna_ “En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas (Heb. 1:1, DHH). Ese mensaje de salvación consiste en conocer a Dios y a su Hijo. ¿Con qué propósito? Con el propósito de ofrecer la vida eterna a los seres caídos en la desgracia del pecado_ “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23, RVR 1960).

¿Qué es la vida eterna? “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado” (Jn. 17:3, RVR 1960). La vida eterna consiste en conocer a Dios. El conocer a Dios consiste en tener una experiencia personal con Él. Esa experiencia personal con Dios se logra a través de su Hijo Amado. Jesús ha sido el único que ha dado a conocer a Dios. La Palabra dice: “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios [unigénito es una traducción incorrecta. El termino griego es monogeneV “monogenês” monoV “monos” (uno, único, solo) y genoV “genos” (género, categoría, especie, clase) debe traducirse “único Hijo”, es decir, Jesús es “el único en su género”, “el único caso” “el único en su categoría” “el único en su especie” “absolutamente el único de su clase” “el único con una naturaleza divina-humana], que está en el seno del Padre, Él le ha dado a [conocer, del griego εξηγησατο exegesato” de aquí proviene la palabra “exégesis]”. Jesús ha sido el único que ha hecho una exégesis del amor de Dios. Ha sido el único que ha dado a conocer el carácter de Dios” (Jn. 1:18, LBLA).  

El mensaje de salvación consiste también en conocer al Hijo de Dios el cual dio su vida por nosotros_ “Jesús mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud” (1 Ped. 2:24, DHH). Jesús murió para darnos vida_ “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10, RVR 1960). Jesús vino para demostrarnos el gran amor de Dios “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Jn. 3:1, RVR 1995). “Así en efecto, amó Dios al mundo, tanto que dio todo lo que tenía, a su único Hijo, para que todo el que crea en Él, pueda proseguir teniendo vida eterna” (Jn. 3:16).  

Esta verdad ha sido trasmitida a la raza humana de generación en generación. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis. En el libro de Apocalipsis terminan todos los libros de la Biblia. Los libros que proclaman a viva voz el plan de salvación. Son los libros que hablan de la vida, muerte, resurrección y victoria de Cristo; el Cordero inmolado, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David: “Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado”, “Uno de los ancianos me dijo: ¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido! (Apoc. 5:5-6, NVI).

Dios ha intervenido de muchas maneras en la historia de la salvación. Dios escogió al pueblo de Israel para que proclamara el mensaje de salvación pero este desobedeció y terminó crucificando al Salvador_ “A lo suyo vino [ta idia  ta ídia suyo en singular, “su propia casa” “la casa de Israel” “la nación escogida”] y los suyos [oi idioi hoi ídioi suyos en plural, “su pueblo” “la casa sacerdotal, los  dirigentes”] no le recibieron” (Jn. 1:11, RVR 1995). A medida que ha pasado el tiempo Dios ha escogido diferentes hombres y mujeres para proclamar la verdad. A medida que estas personas proclamaban la verdad se organizaban en grupos para estudiar las Sagradas Escrituras. Hoy día esos grupos se han multiplicado y se han convertido en iglesias. De esta manera han surgido muchas iglesias y denominaciones religiosas. Todas ellas predican lo que han descubierto respecto a la verdad. Cada denominación predica en particular lo que ha conocido. Pero todas tienen sus diferencias doctrinales. Y Dios anhela restaurar toda la verdad en un solo pueblo.

Dios quiere que como pueblo preservemos la verdad que es en Cristo Jesús (Jn. 8:32; 14:6). Dios espera que esta generación acepte las verdades de las generaciones pasadas hasta que toda la verdad sea restaurada. Jesús dijo: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor” (Jn. 10:16, LBLA). Jesús tiene gente fiel en otros rediles (iglesias) y Él quiere que escuchen su voz para unirlos en un solo rebaño (pueblo). Dios quiere salvar a toda la humanidad. Él quiere que todos pertenezcan a su rebaño_ “El Señor no retarda su promesa…, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9, RVR 1960). Dios ha utilizado todos los medios para salvar al hombre en todas las generaciones_ “han sido muchos los llamados en todas las generaciones” pero pocos han respondido (Mat. 22:14). Para muchos ha sido fácil andar por el camino que lleva a la perdición, porque es un camino ancho. ¡Y mucha gente le encanta ese camino!” (Mat. 7:13). Un camino sin ninguna responsabilidad. Sin compromiso alguno.

Dios viene a buscar un pueblo fiel. El mensaje de Dios es claro y contundente_ “No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Entonces les declararé: <Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!>” (Mat. 7:21-23, RVR 1995).

Hoy día existen muchas religiones pero Jesús dijo que solo entrará en el reino de los cielos el que haga la voluntad de su Padre. Habrá muchas iglesias pero el evangelio de salvación es uno solo. La verdad es una sola. Llegará el día en el cual usted tendrá que tomar una decisión que será crucial en su vida. Créame que es una decisión que nadie podrá tomar por usted. Será una decisión de vida eterna o condenación eterna. Existen muchas religiones hoy día, pero hay que ver cuál de ellas está haciendo la voluntad de Dios.  

En la Biblia hay historias de personas que decidieron hacer la voluntad de Dios. Pero también hay relatos de personas que decidieron hacer lo contrario. Recuerdo mi niñez cuando contaban las historias bíblicas en la iglesia. Como olvidar la historia de los hermanos Caín y Abel. Es una de esas historias que se discrimina mucho cuando se les cuenta a los niños. Se discrimina porque siempre que se habla de Caín lo presentan como si hubiese sido una persona mala toda la vida. Pero a Abel lo presentan como la persona buena. El intachable. Muchos olvidan que en la Biblia se registra este evento de la vida de Caín pero no se dice mucho o nada de la vida de Abel. No obstante, este relato está registrado para darnos una lección de vida. Una lección que tiene que ver mucho con la mayor decisión de nuestra vida. Una decisión que será crucial para usted.    

El relato bíblico dice que “…Caín llevó al Señor una ofrenda del producto de su cosecha. También, Abel llevó al Señor las primeras y mejores crías de sus ovejas. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda, por lo que Caín se enojó muchísimo y puso muy mala cara. Entonces, el Señor le dijo: « ¿Por qué te enojas y pones tan mala cara? Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él»” (Gén. 4:3-7, DHH).

Los dos hermanos fueron a presentar sus ofrendas delante del Señor. No sabemos si fueron juntos o por separados. O si construyeron un altar o ya estaba construido. Juntos o no presentaron sus ofrendas ante el Señor. La Palabra dice que el Señor miró con agrado a Abel. Es decir, el Señor aceptó el espíritu de adoración de Abel. Pero no miró con agrado el espíritu de adoración de Caín.

He leído varios escritos respecto a esta historia. Siempre surge la misma pregunta, ¿Por qué Dios rechaza una ofrenda y acepta la otra? Parece ser una pregunta de respuesta fácil. Pero no lo es. Menos cuando se trata de hacer nuestra voluntad o la voluntad de Dios. Algunos piensan que los hermanos ofrendaron de acuerdo a lo que tenían. Que Caín llevó al Señor una ofrenda del producto de su cosecha. Y Abel llevó las primeras y mejores crías de sus ovejas. Esto da a entender que no importa la ofrenda. Que lo importante es la intensión del adorador. Que ambos ofrendaron por igual. Que lo mismo pasa hoy día en la iglesia. Se ofrenda de acuerdo al estatus económico de cada persona. Al verlo desde este punto de vista surge la pregunta, ¿Por qué el Señor rechazó la ofrenda de Caín? Por qué el Señor le dijo a Caín, “Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara…”.   

Para contestar la pregunta hay que traer en contexto las costumbres, leyes o rituales de aquella sociedad o generación. Supongo que para ese tiempo había un sistema de sacrificios. La persona que ofrecía una ofrenda por el pecado debía presentar un animal ante el Señor (Núm. 18:17). La Palabra dice que sin derramamiento de sangre no se hace remisión, pues la misma sangre hará expiación de la persona" (Heb. 9: 22; cf. Lev. 17: 11). La persona que quería dar gracias a Dios ofrecía una ofrenda incruenta de agradecimiento. Esta consistía de harina y de aceite o harina preparada con incienso –cosecha de la tierra- (Lev. 2: 1, 4, 14, 15; Deut. 26:1-10).

Cuando Adán y Eva pecaron fueron sacrificados animales para que Dios proveyera la ropa para ellos (Gén. 3:21, sabemos que el sistema de sacrificios no está explicito aquí pero el hecho que Caín y Abel hayan realizado un servicio de sacrificios muestra que ya estaban familiarizados con el mismo). Caín y Abel sabían correctamente como funcionaba el sistema de sacrificios. Sabían exactamente cual era la ofrenda por el pecado. Lo habían aprendido de sus padres. Todo este sistema de sacrificios se cumpliría más tarde en la persona de Cristo (Heb. 9: 8 –12, y 23, 24).

Es posible que Caín y Abel ofrendaran de acuerdo a lo que tenían. Pero aquí el asunto no tiene que ver con ofrendar y adorar de acuerdo a lo que se tiene. El hecho que Dios no haya mirado con agrado a Caín y a su ofrenda va más allá. La ofrenda en si no tenía valor alguno. Dios aceptaba los sacrificios como evidencia de la fe de estas personas. Lo mismo pasa con nosotros. Nuestras obras no tienen valor alguno para la salvación (Rom. 3:28-30; 4:5; 5:1, 9:30; 10:4; 11:6; Gál. 2:16, 21; 3:5, 6, 24; Efe. 2:8-9; Fil. 3:9). Pero Dios las acepta como evidencia de nuestra fe (San. 2:24). No porque haya méritos en ellas. Ahora bien, porqué Dios aceptó la ofrenda de Abel y rechazó la de Caín. ¿Había alguna diferencia? Pues sí. La diferencia consiste no sólo en la naturaleza o calidad de la ofrenda, sino también en el carácter y actitud del que ofrenda. Debemos presentarnos ante la presencia del Señor con un carácter íntegro y con respeto. Con actitud de reverencia (Isa. 6:3-5). Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad (Jn. 4:24).

Entiendo que Caín tomó una decisión injustificada. Pienso que fue irresponsable y arbitrario en su decisión. Él sabía lo que estaba haciendo. Él sabía lo que Dios requería. Creo que a Caín y a Abel se les requirió un rito de consagración por medio de un método basado en la OBEDIENCIA y HUMILDAD. Un método donde expresaran REVERENCIA al Señor. Se les solicitó que pusieran su FE y DEPENDENCIA en el redentor Cristo Jesús. Se les requirió un sacrificio por medio de la muerte de los primogénitos del rebaño y que lo presentaran humildemente ante el Señor. Pero Caín no estaba dispuesto a seguir las instrucciones del Señor. Él podía presentar un animal y ofrecerlo junto con los frutos de la tierra (Deut. 26:1-10). Entiendo que el rechazo a su ofrenda fue porque tomó la decisión de llevar solamente los frutos de la tierra y pasó por alto la instrucción del Señor. En este evento pudiera darse el caso que no era tanto la ofrenda sino la ACTITUD de REBELDÍA. Pero también pudiera ser que Dios quería que supiéramos desde el principio de la humanidad, que sin DERRAMAMIENTO de SANGRE no hay REMISIÓN de pecados (Heb. 9:22). 

Caín quiso adorar a su manera. Así también pasa hoy día con algunos líderes religiosos. Se dejan llevar por sus caprichos emocionales. Asumen una actitud de rebeldía y quieren adorar a su manera. Líderes que pasan por alto las instrucciones del Señor. Luego usted los ve tratando de adorar como si pudieran manipular a Dios y a la iglesia. Pero sabemos que Dios no los acepta. No podemos adorar a Dios de acuerdo a nuestros conceptos preconcebidos. El cristiano adora a Dios de acuerdo a su Palabra. La Palabra dice que a Dios se le adora en espíritu y en verdad (Jn. 4:24). La Biblia afirma que la fe es esencial en la adoración_ “Porque por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella” (Heb. 11:4, RVR 1960). Por la fe Abel creyó en la promesa del Redentor del mundo (Gén. 3:15). Hay que ser íntegros y sinceros con el Señor. No podemos adorar de acuerdo a nuestros conceptos preconcebidos.  

Podemos decir que Abel presentó una ofrenda genuina por el pecado. Una ofrenda de acuerdo con las instrucciones del Señor. Pero de su hermano no se puede decir lo mismo. Este ofreció una ofrenda muerta. Como aquellos que se presentan ante el Señor con un espíritu moribundo. Que no muestran conciencia por sus pecados porque espiritualmente están muertos. La ofrenda de Abel muestra su actitud de arrepentimiento ante el Señor. Igual que el recaudador de impuestos que “ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” (Luc. 18:13, NVI). La ofrenda de Caín revela su propia justicia ante el altar del Señor. Caín nos recuerda al fariseo que decía: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo” (Luc. 18:11-12, NVI).

Todo está el carácter y la actitud que nos presentamos ante Dios. El rechazo hacia la ofrenda de Caín fue justo. Como dice Moisés Pinedo, “Se debe establecer el hecho que, cualquiera que haya sido la razón para el rechazo de la ofrenda de Caín, esa razón fue adecuada, imparcial y justa. Dios no rechaza el servicio humano basado en el prejuicio social o la preferencia personal. Él “no hace acepción de personas” (Hec. 10:34; Rom. 2:11; Gál. 2:6; Ef. 6:9), sino “juzga según la obra de cada uno” (1 Ped. 1:17). Después de todo, “el Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Gén. 18:25)” (http://enfoquebiblico.com).

Entiendo que a Dios no le agradó la actitud de Caín y rechazó su ofrenda. Asumo que la ofrenda era de sacrificio por el pecado. El ritual requería un animal y Caín pasó por alto las instrucciones del Señor. A esto se le llama DESOBEDIENCIA pero también PRESUNCIÓN. No obstante, Dios tenía la intención que Caín se arrepintiera. Analicemos lo que dicen los siguientes pasajes bíblicos: “¿Por qué te enojas y pones tan mala cara? (su rostro lo delató, no ocultó sus sentimientos. Su rostro denota resentimiento hacia Dios y a su hermano). Si hicieras lo bueno (esta expresión “hacer lo bueno” puede entenderse como presentar la ofrenda de la misma manera o con el mismo espíritu de Abel), podrías levantar la cara (es como decir: si haces las cosas bien, si sigues mis instrucciones puedes levantar tu rostro, o sea, puedes mirar a Dios cara a cara); pero como no lo haces (como no sigues instrucciones, no obedeces), el pecado está esperando el momento de dominarte (es como comparar el pecado con una fiera que está al acecho. A la puerta. Como león rugiente buscando a quien devorar, 1 Pedro 5:8). Sin embargo, tú puedes dominarlo a él” (Gén. 4:6, 7, DHH). Note como dice esta oración “tú puedes dominarlo a él” (en otras palabras, tú puedes tener el señorío sobre el pecado, es decir, puedes rechazarlo). En verdad Dios amaba a Caín y tenía la esperanza que este se arrepintiera. Pero Caín no reflexionó. No se arrepintió. Al contrario, se llenó de ira. Su enojo y odio creció tanto que en un arrebato de ira asesinó a su hermano. Pésima decisión. A los dos hermanos se les requirió lo mismo en cuanto al sacrificio: obediencia, humildad y reverencia ante el Señor. Todo el que no sigue las instrucciones del Señor se convierte en un irreverente como Caín.    

Para ir resumiendo este relato quiero traer a colación las palabras de Moisés Pinedo cuando dice que “Dios declara justo a alguien basado en un estándar objetivo: la obediencia a sus mandamientos. Caín y Abel pudieron saber lo que debían hacer para alcanzar testimonio de justicia. Abel obedeció y fue declarado justo (Heb. 11:4). Caín desobedeció y fue declarado injusto (1 Jn. 3:12). Dios clarificó el hecho que Caín conocía Su voluntad cuando le dijo: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” (Gén. 4:7). Caín había hecho algo mal, había despreciado las instrucciones divinas en cuanto a la ofrenda. Pero él podía hacer bien porque conocía la manera correcta de ofrecer a Dios” (http://enfoquebiblico.com).

¿Qué podemos aprender de esta historia? Esta historia presenta dos clases de personas que estarán en este mundo hasta la segunda venida de Cristo. No importa como lo queramos poner. Podrá haber muchas religiones y miles de iglesias pero solo habrá dos grupos para cuando Dios venga a buscar a su pueblo (Mat. 25:31- 46). Estarán los que adoran a Dios en espíritu y en verdad como lo hizo Abel. Estos son “…los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12, RVR 1960). Estos serán declarados justos como Abel (Heb. 11:4). El otro grupo lo componen los que desobedecieron a Dios como Caín. Estos son los que despreciaron “…los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Estos al igual que Caín serán declarados injustos (1 Jn. 3:12, RVR 1960).

Jesús no viene a buscar nombres, identidades o instituciones religiosas como Adventistas, Bautistas, Presbiterianos, Pentecostales, Católicos, etc. Jesús viene a buscar un pueblo constituido por aquellos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. A ese pueblo Jesús le dirá: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mat. 25:23, LBLA). Solo habrá un pueblo fiel. Y ese pueblo constituirá la iglesia del Señor.

¿A cuál de los dos grupos pertenecerá usted? Permítame aclarar algo con respecto al relato de Génesis 4. El relato da a entender que el espíritu de adoración que presentó Caín fue muy diferente al de Abel. Muchos piensan que Caín y Abel ofrendaron de la misma manera y con el mismo espíritu. Lamentablemente, ese es el pensamiento de aquellos que dicen: “no importa tu religión, todos le servimos al mismo Dios”. Este es un concepto erróneo de la mayoría de la gente. ¿Por qué es un concepto erróneo? La respuesta es sencilla. Acaso todos los que profesan seguir a Dios guardan sus mandamientos y la fe de Jesús. No todos. A Caín se le dijo: “si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara, pero como no lo haces…”. Entiende ahora el por qué es un concepto erróneo. Porque no todos sirven y adoran a Dios de igual manera. No todos siguen las instrucciones del Señor. Hay muchos “…que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Is. 5:20, RVR 1960).

¿Podrá usted levantar su rostro y mirar a Dios cara a cara cuando Él venga? ¿De qué lado estará usted? Voy un poco más allá. Le pregunto, ¿Enseña su iglesia la sana doctrina? ¿Sigue usted la sana doctrina bíblica o la doctrina de los hombres? Le pregunto “porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena doctrina. Al contrario, querrán oír enseñanzas diferentes. Por eso buscarán maestros que le digan lo que quiere oír” (2 Tim. 4:3, TLA). ¿Por qué querrán oír doctrinas diferentes? Porque no tienen un compromiso real con Dios. Su consagración es a media. Solo les interesa escuchar aquello que no los comprometa con Dios. A estos le gustan las iglesias donde los líderes religiosos se dedican a entretener desde el púlpito. Pero el día llegará. Solo usted sabrá si la decisión que tomó fue para vida eterna o condenación eterna. Dios viene a buscar a su pueblo. Un pueblo que obedece sus mandamientos y la fe de Jesús.   

Mi consejo es que obedezca a Dios antes que a los hombres. La Palabra dice: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29, RVR 1960). No importa si usted tiene en alta estima a su pastor, a su sacerdote, al evangelista, etc. Si la doctrina de esos líderes no está a la altura de las Sagradas Escrituras, entonces será necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

No debemos seguir doctrinas de hombres. La Palabra de Dios dice: “No se dejen llevar por doctrinas diversas y extrañas…” (Heb. 13:9, RVC). “Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo” (Col. 2:8, RVA). “Pero si alguien les anuncia un evangelio distinto del que ya les hemos anunciado, que caiga sobre él la maldición de Dios, no importa si se trata de mí mismo o de un ángel venido del cielo” (Gál. 1:8, DHH). “Cualquiera que pretenda avanzar más allá de lo que Cristo enseñó, no tiene a Dios; pero el que permanece en esa enseñanza, tiene al Padre y también al Hijo” (2 Jn. 1:9, DHH).

No importa cuánto insistan los líderes religiosos para que usted forme parte de su iglesia. No se deje llevar por lo que puedan decir, sino por lo que dice la Palabra de Dios (1 Jn. 4:1; Hch. 17:11). Vivimos en un tiempo donde la mayoría de los líderes religiosos dicen que su iglesia es la única que enseña el verdadero camino a la salvación. Otros sostienen que su iglesia es la única que tiene la verdad. Y otros afirman que su iglesia es la única que lo llevará a la vida eterna. Pero nuestro deber es seguir a Aquel que dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; NADIE viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6, RVR 1960). Cualquiera que pretenda avanzar más allá de lo que Cristo enseñó, no tiene a Dios; pero el que permanece en esa enseñanza, tiene al Padre y también al Hijo” (2 Jn. 1:9, DHH). Jesús dijo: No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos…” (Mat. 7:21-23, RVR 1995). ¿Quiénes son los que hacen la voluntad de Dios? La Biblia dice: “Aquí está la paciencia de los santos los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12, RVR 1960). Como olvidar la pregunta del joven rico: “Maestro… ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Y Jesús le contestó: Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos” (Mat. 19:16-17).

Amigo, llegará el día cuando usted y yo veamos a Dios cara a cara (1 Cor. 13:12). Ese día llegará sin duda alguna (Apoc. 1:7). Pero antes tendrá que tomar la gran decisión de su vida. Sabemos que “no se puede servir a dos señores…” (Luc. 16:13). Será una decisión crucial que lo llevará a la vida eterna o la condenación eterna. ¿Sabe usted por qué es una decisión crucial? ¿Sabe por qué nadie puede tomar esa decisión por usted? Es crucial porque tendrá que analizar y evaluar su vida para ver si la misma se rige de acuerdo a lo que enseña las Sagradas Escrituras. Tendrá que analizar y evaluar si usted está guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Nadie tomará esa decisión por usted. Dios lo puede ayudar pero no elige por usted. Es usted quien tendrá que elegir entre la sana doctrina y la doctrina de los hombres. ESTO IMPLICA TODO O NADA. Cuando usted tome la decisión sentirá el rechazo de muchos. Incluso, de su familia. Imagínese usted cuando alguien de los suyos o usted mismo(a) decida seguir estrictamente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Habrá problemas. Sentirá el odio y rencor de aquellos que dijeron ser su amigo o hermano. Pero es mejor obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29).  

La Biblia dice: “Aquí está la paciencia de los santos los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12, RVR 1960). He mencionado mucho este pasaje. Créame que lo hago con toda la intención. Analícelo en el contexto que se da y sabrá por qué insisto en mencionarlo. Los santos son aquellos que se aferran solamente a la sana doctrina. La Palabra de Dios. A sus mandamientos. A estos nada ni nadie los hará cambiar de parecer. Usted dirá pero es que yo observo los mandamientos de Dios. Mi hermano, no se trata de observar, sino de guardar los mismos. Aplicarlos a nuestra vida. Que la Palabra de Dios nos convierta a diario en una nueva criatura. Que nuestro estilo de vida refleje a Jesús. Eso es lo que Dios demanda de nosotros_ “Porque con el corazón se cree para justicia (es decir, que debe haber una transformación completa en nuestro interior. Y que el resultado de esa transformación sea la justificación y la integridad) pero con la boca se confiesa para salvación (que debemos estar dispuestos a hablar de Cristo pero con palabras y hechos)” (Rom. 10:10, RVR 1960). En esto consiste guardar los mandamientos de Dios. El término “santo” que significa “apartado” es bien traído por Juan porque los santos fueron apartados por tomar la decisión correcta de seguir a Dios antes que a los hombres.


Entonces, que es la fe de Jesús. Esta frase en el texto griego puede entenderse como “la fe de Jesús o la fe en Jesús”. La fe de Jesús puede referirse a su testimonio. A su vida. A una vida completamente de obediencia al Padre celestial. Jesús es nuestro ejemplo. Él venció al mundo_ “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33, RVR 1960). Nosotros podemos vencer al mundo por la fe en Jesús_ “Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Jn. 5:4-5, RVA). Note “…esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. Nuestra fe en Cristo Jesús el Hijo de Dios. El apóstol Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios…” (Gál. 2:20, RVR 1960). El pasaje dice: “en la fe del Hijo de Dios”. Es la fe que vence al mundo. Los santos son inconmovibles porque han “puesto sus ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” (Heb. 12:2).        

Muchos han perdido la fe y le han dado la espalda a Dios. Caín dijo: "…y de tu presencia me esconderé" (Gén. 4:14, RVR 1960). Este hombre decidió permanecer escondido de la presencia de Dios. Déjeme decirle que Caín fue fiel a sus palabras. Este hombre le hizo honor a sus palabras porque eso fue lo que sucedió. Le dio la espalda al Dios del universo. Escondió su rostro de la presencia del Señor. A pesar de lo que hizo Caín, Dios lo protegió para que nadie lo asesinara. Dios en su gran misericordia “…hace que el sol salga tanto para los malos como para los buenos y que la lluvia caiga tanto para los justos como para los injustos” (Mat. 5:45, PDT). Así es Dios. La protección de Dios no tuvo que ver con el perdón o arrepentimiento. Caín no se arrepintió. Pero quiero enfatizar que respecto a las bendiciones de la naturaleza o de la salvación Dios no hace acepción de personas (Hch. 10: 34-35). Dios le dio la oportunidad a Caín de arrepentirse pero este decidió darle la espalda. Dios es inmutable y cumplió con protegerlo.

¿Qué sucedió con la vida de Caín? No sabemos. Pues la Biblia no dice nada con referencia a su muerte. Pero este relato nos da tremenda lección de vida. Y es que todavía estamos a tiempo para arrepentirnos y elegir hacer la voluntad de Dios. Llegará el día cuando los desobedientes como Caín querrán esconderse de la presencia de Aquel que viene con poder y majestad (Apoc. 6:16).

Muy pronto el Señor Jesús se presentará en las nubes (Apoc. 1:7). Vendrá a buscar a sus fieles (Mat. 25:23). A los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Apoc. 14:12). Perseveremos en el Señor. Sigamos adelante para alcanzar la meta. Pues esa es la razón por la cual Cristo nos alcanzó a nosotros (Fil. 3:12). Espero que usted tome su decisión lo antes posible porque no sabemos si habrá un mañana. Manténgase de parte de la justicia. Guarde los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Apoc. 14:12). Viva una vida como “Enoc que andaba en íntima comunión con Dios. Y un día desapareció, porque Dios se lo llevó” (Gén. 5:23-24, NTV). Viva a la altura de las Sagradas Escrituras. Demuestre respeto y reverencia por la sana doctrina. Todos sabemos que habrá un juicio (Rom. 2:1-16; Mat. 25:31-46; Apoc. 20:11-15). Usted y yo seremos juzgados por nuestros hechos. Porque Dios juzga a cada uno según sus hechos y sin parcialidad… deben mostrarle reverencia durante todo el tiempo que vivan en este mundo (1 Ped. 1:17, DHH). “Los libros fueron abiertos, entre ellos el libro de la vida. A los muertos se les juzgó de acuerdo a las cosas que habían hecho, según lo que estaba escrito en los libros. El mar entregó sus muertos, y la muerte y la tumba también entregaron sus muertos; y todos fueron juzgados según lo que habían hecho” (Apoc. 20:12-13, NTV). La norma de juicio será la Palabra de Dios, la Biblia (Jn. 12:48; Ecl. 12:13, 14; Rom. 2:13; San. 1:25).

Mi decisión está tomada. Yo quiero estar en ese pueblo fiel que guarda los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Quiero escuchar las palabras de Jesús_ “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” (Mat. 25:23, RVR 1960). No importa lo que sufra en este mundo. No importa como me traten. Solo quiero dar fe “…que mi Redentor vive, y que triunfó sobre la muerte, y me declarará inocente. Que veré a Dios con mis propios ojos. Y estoy seguro que lo veré, ¡con ansias espero el momento!” (Job 19:25-27).

Mi decisión está tomada porque yo sé en quien he creído y “precisamente por eso sufro todas estas cosas. Pero no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza; y estoy seguro de que Él tiene poder para guardar hasta aquel día lo que me ha encomendado (2 Tim. 1:12, DHH). No importa lo que pase. Mi decisión está tomada porque yo confío en el Señor. Confío en ti Señor porque “Tú me das tu protección; me salvas con tu gran poder y me concedes la victoria” (Sal. 18:35, TLA). Yo confío en mi Dios porque “nuestros sufrimientos son pasajeros y pequeños en comparación con la gloria eterna y grandiosa a la que ellos nos conducen” (2 Cor. 4:17, PDT). No importa cuán fuerte sean las pruebas “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Rom. 8:28, RVR 1960).

Amigos, Jesús le dice a su iglesia, “No se olviden de orar. Y siempre que oren a Dios, dejen que los dirija el Espíritu Santo. Manténganse en estado de alerta, y no se den por vencidos. En sus oraciones, pidan siempre por todos los que forman parte del pueblo de Dios” (Efe. 6:18, TLA). A ti personalmente te dice, “No te asustes por los sufrimientos que vienen”. “…sigue firme en tu fe, incluso si tienes que morir”. “Si no renuncias a tu fe, Yo te premiaré con la vida eterna(Apoc. 2:10, PDT).

Es mi deseo y oración que usted se mantenga de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos “Aunque la tierra se estremezca, y los montes se hundan en el fondo del mar; aunque sus aguas bramen y se agiten, y los montes tiemblen ante su furia” (Salmos 46:2-3, RVC). Manténgase de parte de la justicia porque “El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y el honor” (Proverbios 21:21, RVR 1995).

Que el Señor te bendiga y te guarde. El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; El Señor alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz (Núm. 6: 24-26, RVR 1995)

¡Bendecidos!

Bibliografía
1.     Dios Habla Hoy (DHH), (Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996) (http://www.biblegateway.com)
2.     La Biblia de las Américas (LBLA), (Copyright 1986, 1995, 1997, by The Lockman Foundation) (http://www.biblegateway.com)
3.     Palabra de Dios para Todos (PDT), (2005, 2008, 2012. Centro Mundial de Traducción de La Biblia, 2005, 2008, 2012, World Bible Translation Center) (http://www.biblegateway.com)
4.     Traducción en Lenguaje Actual (TLA), (Copyright 2000,  by United Bible Societies) (http://www.biblegateway.com)
5.     Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), (2005, by The Lockman Foundation, La Habra, California) (http://www.biblegateway.com)
6.     Nueva Traducción Viviente (NTV), (2010 by Tyndale House Foundation) (http://www.biblegateway.com)
7.     Reina- Valera Antigua (RVA), (by Public Domain) (http://www.biblegateway.com)
8.     Reina Valera Contemporánea (RVC), (Copyright, 2009, 2011, by Sociedades Bíblicas Unidas) (http://www.biblegateway.com)
9.     Reina–Valera 1960 (RVR, 1960), (Copyright 1960 by American Bible Society) (http://www.biblegateway.com)
10.   Reina–Valera 1995 (RVR, 1995), (Copyright 1995 by American Bible Society) (http://www.biblegateway.com)

11.   Nueva Versión Internacional (NVI), (La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, NVI, Copyright 1999, by Biblica, Inc. Used by permission. All rights reserved worldwide) (http://www.biblegateway.com)

domingo, 20 de octubre de 2013

Si quieres ser libre, debes aprender a perdonar, porque perdonar es divino

La Palabra de Dios dice: “Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros” (Col. 3:13, NTV).


Si queremos ser libres debemos aprender a perdonar, así como nuestro Señor Jesucristo nos perdonó. Escribir o hablar sobre el perdón no es cosa fácil. Porque el perdonar es una vivencia. Es tener una experiencia personal con Dios a diario.
Espero en Cristo Jesús, que este tema sea un ‘Oasis’ de bendición para tu vida. Que lo puedas compartir con todos aquellos con quien te relacionas.
Tuve la oportunidad de leer el libro “Perdonar para ser libre”, de David Augsburger.[1] El autor presenta algunos ejemplos prácticos para aprender a perdonar y así librarse de sentimientos como el rencor, hostilidad, prejuicio y culpa. Afirma que perdonar es raro porque no consiste en tomar el camino fácil de mirar hacia otro lado cuando se nos hace algo malo. El perdonar no es simple cortesía. Tampoco es lo mismo que el simple olvidar. Olvidar es el resultado del perdón total, nunca es el medio para llegar a ello. Es el paso final no el primero. Jamás digamos, “olvídalo, no tiene importancia”. Hacer a un lado o ignorar el mal es esencialmente deshonesto.

Augsburger, sostiene que el perdón verdadero es la cosa más dura y difícil del universo, porque nuestras ideas de justicia tiran en sentido contrario. El  perdón no dice: “Me has hecho mal; ¡Que pague!”, sino elige sufrir en silencio, y esta es una de las decisiones voluntarias más difíciles para nosotros, la de aceptar el sufrimiento inmerecido. Expresa que el perdón es algo costoso porque el hombre que perdona paga un precio tremendo, ¡el precio del mal que perdona! Entre los ejemplos que expone, escogí el que vas a leer ahora, porque a mi entender es trascendental para el cristiano. “Supongamos que le arruino la reputación a alguien. Para perdonarme, esa persona tiene que aceptar plenamente las consecuencias de mi pecado y dejarme libre de culpa y castigo”. Al perdonar, tenemos que cargar con nuestra ira ante el pecado del otro, aceptando voluntariamente la responsabilidad por el daño que se nos ha hecho.

Esto fue lo que hizo Jesús por usted y por mí, cargar con nuestra ira cuando murió por nosotros_ “… el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6). El perdón es costoso porque opera en base de una sustitución. Todo acto de perdón, humano o divino, es por su propia naturaleza vicario, sustitutivo”. Nadie jamás perdona realmente a otra persona, a menos que lleve sobre si la culpa del pecado que otro cometió contra él. El solo hecho de admirar lo bello no mejorará nuestro aspecto; el solo hecho de respetar algún ejemplo de bondad no mejorará nuestro carácter. Necesitamos ayuda para poder liberarnos de nosotros mismos y de nuestro pecado a fin de que podamos ser como Él. Por eso, necesitamos ser perdonados.

Perdonar implica eliminar todos los sentimientos y pensamientos negativos hacia la otra persona. El resentimiento, el odio, el deseo de venganza deben desaparecer con el perdón genuino. Para lograr esto hay que solicitar la ayuda de Dios. Recuerde que “en él vivimos, nos movemos y existimos…” (Hec. 17:28, NTV). Jesús dijo: “… sin mí, nada podéis hacer…” (Jn. 15:5, RVA). La Palabra de Dios declara que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filp. 4:13, RVR 1960). Dependemos del poder de Dios para perdonar. Si queremos ver a Dios cara a cara hay que perdonar.

A veces escuchamos decir: “perdónense y hagan las paces”. ¡Sabían que el perdón no necesita de la paz, ni depende de la reconciliación! Va más lejos de la restauración de la relación. Esto lo vemos en Jesús, como nuestro mayor ejemplo. A Jesús lo torturaron. Lo ridiculizaron cuando pendía de la cruz. La gente que lo llevó a la cruz fueron aquellos mismos que había intentado amar. No obstante, demostró su gran amor cuando dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34).

El Dr. Pablo Martínez Vila, en su artículo “Perdonar y pedir perdón”[2], afirma que la paz no siempre es posible. Que a pesar de la mejor disposición que uno pueda tener, hay ocasiones cuando no se logra restaurar una relación rota. El apóstol Pablo ya lo deja entrever en su clara exhortación a la paz: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom. 12:18). Pablo, hombre versado en mil conflictos, inicia el versículo con dos notas previas: “si es posible” y “en cuanto dependa de vosotros”. Estas dos pequeñas cláusulas le dan un toque de realismo imprescindible y nos liberan de expectativas exageradas. La paz no siempre es posible sencillamente porque es cosa de dos, no depende de una sola parte. Nuestra responsabilidad (lo que se espera de nosotros) es intentarlo, tomar la iniciativa, hacer todo lo posible para llegar a «estar en paz con todos los hombres». Los resultados ya no están en nuestras manos. Aunque la reconciliación no sea posible, siempre hay algo que el cristiano puede y debe hacer: perdonar.

De acuerdo a Deborah J. Thompson[3], el aprender a perdonar como Dios perdona, nos ayuda a crecer en madurez y gozo. Perdonar glorifica a Dios, pues demuestra que Dios satisface más tu alma que el resentimiento y la revancha. El perdón nos permite tomar el control de nuestra propia vida y evita que las acciones de otros rijan nuestra actitudes, acciones, y formen nuestro temperamento. Aunque es una de las lecciones más importantes de la vida, a algunos les toma toda la vida aprenderla.

Thompson, dice que si hay algo en nuestra vida sobre lo que debemos perdonar a alguien, que respiremos profundamente, pidámosle ayuda a Dios y nos liberemos de ello. Algunos pueden pensar que perdonar nos hace más débiles. Sin embargo, tomar la acción de perdonar no es un acto pasivo de debilidad. Por el contrario, perdonar es una decisión que implica firmeza, motivada por una preferencia consiente de ser la clase de persona que refleja la imagen de Dios en cada acto de su vida. Es mucho más fácil ceder a la urgencia infantil de la ira que elegir el perdón maduro y amoroso que surge de un corazón anclado en el amor de Dios. Solo los fuertes pueden hacerlo sin titubear.

No podemos vivir el presente y desarrollar el futuro si todavía vivimos en función de nuestro pasado. Tomar la poderosa decisión de perdonar es un momento de definición, liberador, en que retomamos el control de nuestra propia vida y emociones. No tenemos que condonar el comportamiento del otro, ni siquiera estar de acuerdo con sus puntos de vista y elecciones. Podemos alejarnos de una persona, mudarnos, divorciarnos y aún perder todo contacto, pero nunca seremos realmente libres del dolor hasta que hallemos la manera de perdonar a aquella persona. Nunca podremos trascender las circunstancias que nos causaron tanto dolor y agonía hasta que verdaderamente perdonemos a nuestro agresor.

Podemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Pero no podemos obligar a nadie a que nos perdone. Lo único que podemos hacer, por la gracia de Dios, es perdonar.

Si queremos reconciliarnos con Dios, debemos hacer algo primero, perdonar al prójimo, incluso a nosotros mismos. Cada uno escoge perdonar (Mat. 6:12, 13). Cuando perdonamos a los que nos ofenden perfeccionamos el perdón de Dios en nosotros (Mat. 6:14, 15). Si no perdonamos al prójimo seremos como piedra de tropiezo en nuestro servicio a Dios (Mat. 5:23, 24). Hay que tener confianza en Dios, porque la misericordia triunfa sobre la justicia (Sant. 2:13).

En el párrafo anterior mencioné que si queremos reconciliarnos con Dios, lo primero que debemos hacer es perdonar al prójimo y a nosotros mismos. A veces se nos hace más fácil perdonar al prójimo que a nosotros mismos. En un artículo que leí, del escritor católico el Padre Robert De Grandis[4] decía que “Muchos cristianos pueden perdonar fácilmente a otros, pero no a sí mismos. Tal vez, ésta sea uno de los aspectos más difíciles para los cristianos. Aunque comprenden que el Señor Jesús los ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí mismos por sus pecados y ofensas. La  experiencia muestra que esto puede ser un obstáculo grande para recibir el amor sanador de Jesús”.

De Grandis menciona que “Otro de los obstáculos en la oración de sanación por heridas y dolores es el resentimiento subconsciente hacia Dios. Esto es muy común y no debemos sentirnos culpables. Objetivamente, todos sabemos que Dios es perfecto y que no puede equivocarse, sin embargo, subjetivamente vemos que algunas cosas como la muerte de un ser querido, una oración no escuchada y otros problemas, como heridas y dolencias nos aparecen como impuestas por Dios. Intelectualmente sabemos que estamos equivocados, pero las emociones de resentimientos y faltas de perdón permanecen y actúan como obstáculos para la sanación, hasta que expresamos el perdón por todo aquello que vemos como resentimiento hacia Dios”.

Lo que afirma De Grandis, es transcendental para el cristiano. Cuando usted perdona al prójimo y se perdona a usted mismo hay sanación. Es liberado de ataduras porque perdonar es sanar. Y esto se logra con la ayuda del Espíritu Santo.

Ore a Dios para que lo ayude a perdonar. El cristiano debe ser una persona de oración. Jesús dijo: “Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados” (Mar. 11: 25, NTV). De acuerdo a este pasaje bíblico, la idea es que si no perdonamos, tampoco recibiremos el perdón de Dios.

"El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho... Perdonar es un proceso complejo. Es algo que sólo nosotros mismos podemos hacer...Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos... Al ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos".[5]

Si queremos ser liberados de las ataduras del rencor, el odio y la venganza, debemos aprender a perdonar, así como nuestro Señor Jesucristo nos perdonó. Perdonar es sanar.

Recuerda, Dios el Todopoderoso tiene un propósito contigo. No estás en este mundo por casualidad. Estás aquí porque Dios tiene un propósito y quiere decirte que ahora es el TIEMPO, pero va a depender de ti, que su propósito se cumpla. El Poderoso de Israel está haciendo su parte y espera por ti.   

Querido amigo(a), espero en Cristo Jesús, que este tema sea un ‘Oasis’ de bendición en tu vida espiritual. Que Dios, quien comenzó la buena obra en ti, la continúe hasta que quede completamente terminada el día que él vuelva (Fil. 1:6).

¡Dios te bendiga!




[1] . Título original: “The Freedom of Forgiveness”, de David Augsburger, Publicado por Moody Press y © 1970 por Moody Bible Institute, Chicago, Illinois. Edición en castellano: “Perdonar Para Ser Libre”, © 1977 por Moody Bible Institute y publicado con permiso Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados. 
[4] . Citado en pjdelcarmen.webs.com/PERDONARESSANAR.doc
[5] . Tomado del libro “Sanación Inter generacional”, por el Padre Robert DeGrandis S.S.J. y Linda Schubert. Recuperado en http://www.valores.humanet.co/perdon.htm